A las buenas o a las malas terminamos aprendiendo de 
      fútbol… 
       
      Desde que tenia 6 años mi papá me llevaba al Pascual Guerrero a gritar Rojoooooo!!!, durante 90 eternos minutos.  Allí aprendí que a los de 
      camiseta verde se les hacía mala cara y que las papitas fritas que venden 
      a la salida del estadio son una experiencia gourmet.
      25 años después, cada vez que alguien me habla de 
      fútbol, lo primero que se viene a mi mente es Gareca, Bataglia, Falsioni, 
      Castaño… y todas las estrellitas que se sumaban alrededor del diablito 
      rojo. 
       
      Cuando no era el estadio... era en la casa... todas vimos a nuestros papas, 
      tíos, o hermanos cuadrando la antena para ver el partido. Lo que 
      recuerdo... “El Clásico”, “La copa libertadores”, “La copa América". 
      Domingo en la tarde, después de almuerzo, la familia entera en la cama de 
      los papás, y cuando estabas ya conciliando el sueño, la tan anhelada 
      siesta, todos gritaban y brincaban al unísono... Goooollll!! 
       
      Después de ver el partido, a echarse unos pasesitos. Es fascinante ver 
      cómo los niños se vuelven de creativos con un balón de fútbol.  Patear la 
      pelota y meterla en cualquier lugar suma un punto más para el vencedor. 
       
      Las sillas del comedor, debajo de la cama, una línea imaginaria entre dos 
      piedras, entre dos árboles, entre  dos tarros... todo tiene cara de 
      portería de estadio monumental. 
       
      Y nosotras... vestidas de pomponeras!!  Miércoles en la noche, rumbo a La 
      14 a comprar el papel crepe para los pompones. Una escoba vieja, un 
      serrucho, colbón, tijeras y listo.  Tardes eternas de ensayos aprendiendo a hacer pirámides humanas donde las niñas más grandes tienen que soportar 
      todo el peso de sus compañeritas en vías de desarrollo. 
       
      La tarde del partido... espectacular... fotos a los
      jugadores, fotos a las pomponeras, alabío alabao, día de sol, de deporte y 
      familia. Pero como no todo es color de rosa, rara era la  vez en la que un 
      partido terminaba en paz, rara era la vez en la que todos se abrazaban al 
      final. Siempre había al menos en cada equipo uno que buscaba pelea. Y para 
      empeorar la cosa, los padres de familia tomando siempre la posición del 
      hijo sin importar si éste estaba 2 metros más adelante de la defensa 
      cuando recibió el balón y anotó el gol. 
       
      Querida audiencia masculina, por favor no esperen nada constructivo en 
      términos de fútbol de mis columnas. Espero por lo menos que después de 
      esto nos entiendan un poco más. 
       
      Tavo me pidió que hablara de los mundiales... qué les puedo decir... solo 
      me acuerdo de Naranjito, nunca se me olvida que llené mi diario de unas 
      calcomanías que si las sobabas con el dedo olían a naranja.  |